(EE. UU., Joe DeBoer, Kyle McConaghy, 2024)

“Una nota que pide ayuda de manera urgente y advierte sobre un peligro inminente, llega a una oficina de correos de los años 80. Parece provenir de un técnico de mantenimiento desaparecido que había estado trabajando en las instalaciones del correo. La nota será investigada por el encargado de devolver al remitente la correspondencia extraviada.”
La película de “La noche Shadowz” de esta edición de Fancine que tuve el honor de presentar junto a Fátima Romero, psicóloga y escritora de novelas como “Y luego está Ramona”, “Noches de taró” y “Con una pequeña ayuda”. Están todas disponibles en Amazon y os recomiendo cualquiera de las tres, aunque “Noches de taró” quizás sea mi favorita, por el componente fantástico-terrorífico que contiene.
Pero vamos a lo que vamos, que la película es cosa seria. Muy seria.

Dead Mail tiene un ritmo lento. Esto es así, es un dato inamovible, puro facto. Pero ojo, que que tenga ritmo lento no significa en absoluto que sea aburrida o que no sea interesante. Dead Mail es orfebrería cinematográfica, un thriller rodado en digital pero con un tratamiento en postproducción para añadirle grano e imperfecciones, matar el color y darle a la imagen la textura de una película rodada en 16 mm.
El dueto de directores y guionistas, Joe DeBoer y Kyle McConaghy sólo tienen 1 largometraje realizado antes de acometer esta película, “Bab” (Bab, 2020), que no he tenido oportunidad de ver pero que pinta un thriller bastante interesante. Además también se encargaron de la banda sonora y Kyle se encargó de la dirección de fotografía y del montaje. Sí, estamos frente a una producción indie en toda regla. Pero qué producción.

Esta película ambientada en 1982 nos propone una situación curiosa: a una oficina de correos llega una misteriosa nota de ayuda con sangre y unas indicaciones incompletas en las que se informa de un secuestro. El investigador de “dead letters”, correo con datos incompletos o erróneos de remitente y destinatario, interpretado por Tomas Boykin (el hombre lobo de la nueva versión de “La familia Monster” (The Munsters, Rob Zombie, 2022)) toma cartas en el asunto (¡badum-tiss!) e investiga la nota, desatando una serie de acontecimientos que no os cuento porque no soy tan mala persona. Tan. Lo que sí que no me resisto a comentar es el “flow” que tiene este personaje. Va a lo suyo, pero camina, habla, se comporta desde un punto vital del que ya ha visto y vivido mucho, hace lo que tiene que hacer y se la sopla basto el resto. Genial personaje y genial interpretación.
Encontramos también en la película a dos personajes en los que no voy a profundizar mucho porque si no os desvelaría más de lo que me gustaría, pero que salen en la primera escena. Uno es Josh, interpretado por Sterling Macer Jr.. Es un ingeniero electrónico que está trabajando en un sintetizador para lograr que sea capaz de emular a la perfección el sonido de un órgano de catedral y que acepta la ayuda del otro personaje, Trent, interpretado por John Fleck, que le ofrece ayuda económica.

¡Pero cómo os cuento yo de qué va la película sin joderla! Dead Mail tiene mucho y todo es muy bueno. Desde el terror psicológico hasta la angustia y la obsesión, una investigación al margen policial, interpretaciones muy medidas y efectivas por los actores ya mencionados y por las actrices Susan Priver (que estrena este año un true crime que se llama “Dorothea, retrato de una abuela asesina” (Dorothea, Chad Ferrin, 2025) basada en la historia de Dorothea Puente) y Miki Jackson, una actriz bastante desconocida pero que en Dead Mail borda su personaje.
Una película sobre la obsesión, el control y la percepción misma de la realidad que cuanto más la piensas, más te acaba gustando, todo ello además aderezado por una banda sonora de sintetizadores realizada por los creadores que calza a la perfección con el tono, la textura y la historia. Si a esto le añadimos una pequeña pátina de humor negro al más puro estilo de los hermanos Coen pues tenemos un peliculón entre manos, amigos.
Una pena no poder contar más sin destriparla, como hicimos durante una hora después de la proyección con el público asistente. También fue curiosa otra cosa que me pasó, días después se me acercaba público que había asistido a la proyección para decirme “¿y tú no crees que tal y cual cosa pasa por esto y lo otro?”, y que da dimensión de lo profunda y reflexiva que puede ser la digestión de esta película.
Más cineforums, por favor.








