Disforia

(España, Christopher Cartagena González, 2025)

“Esther y Tomás son un matrimonio joven que huye de los saqueos de su ciudad y de la crisis general del país, que está sumido en el caos. Junto a su hija de ocho años, se dirigen hacia la casa de campo donde veraneaban en tiempos mejores. Su plan es venderla y huir a Francia. Hay una compradora interesada con la que han quedado para cerrar el acuerdo. Pero su plan no saldrá como esperaban.”

Una epidemia de inexplicables suicidios sirven para poner en movimiento esta película claustrofóbica y de auténtico terror psicológico, cuya mayor virtud (y no es una virtud menor) es la de dar exactamente lo que se busca en una obra de estas características, ni más ni menos. Parece increíble que un director novel (aunque curtido en el mundo del cortometraje y el videoclip) logre estas cotas de acierto en una historia que por lo demás está sabida desde el segundo tercio de película pero que tiene giros de guion realmente interesantes.

A esto ayuda sin duda un guion trepidante escrito a tres bandas por el propio director Christopher Cartagena, Joan-Pol Argenter (que estuvieron en la proyección y posterior encuentro) e Imanol Ortiz López. Según sus propias palabras esta película nace de su amor por el cine de género y adapta una de las dos tramas principales de la novela homónima del escritor David Jasso, que aunque no estuvo involucrado en el rodaje si dio sus bendiciones a la adaptación.

Otra de las piezas en las que se apoya es la casa donde tiene lugar la mayor parte de la acción, y la iluminación de la misma. Más de un director debería tomar notas sobre cómo iluminar, rodar y colocar a los actores (en este caso en su mayoría actrices) en escena. Bravo por el tremendo trabajo de fotografía de Jorge Roig, que ya había trabajado con el director en ocasiones anteriores.

Mención especial merece el trío actoral femenino formado por Fariba Sheikhan, Claudia Salas y la pequeña Noah Casas. Absolutamente fantásticas, entregadas por completo a sus interpretaciones medidas y calculadas para aportar ese toque de realidad que te mantiene al borde de la butaca durante toda la proyección. En ellas recae prácticamente toda la acción de la película, logrando una alquimia tal con el guion que en ningún momento pensamos en que falten personajes o acción.

Y hablando de acción, es curioso que al igual que en Luger en esta película los golpes duelen. Y no hay pocos, no. Tampoco esperéis un baño de sangre, pero la película no duda en mostrar violencia cuando la escena lo requiere, igual que transita sin caer en ningún momento en el morbo por otras emociones como la pena, el desasosiego, el duelo por la pérdida, la desesperación… Y es que no puede ser de otra forma. Disforia es dura, descarnada, incómoda… magnífica.

Como digo es todo lo que se puede pedir a una película y más: además es una acertadísima reflexión sobre la familia, la depresión, las redes sociales, el desapego, la fidelidad y, por lo tanto, la traición.

De lo mejor de Fancine 2025, sin duda.

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